miércoles, mayo 21, 2008

DEMOCRACIA Y OPINION

Por: Julie Pauline Junco Julio

Periodismo de Opinión

Hablar de democracia resulta ser un tema muy controversial. En las aulas de clase, en conversaciones cotidianas, o en cualquier situación siempre se habla del tema haciéndose énfasis en aspectos tales como su veracidad y efectividad o si la democracia es buena o mala, real, aplicable, práctica, justa, etcétera. Debido a que es en esta etapa de nuestras vidas cuando formamos los criterios que definirán los ideales que regirán sobre nosotros por muchos años; pensar en un mundo perfecto sería ilógico y más para nosotros que vivimos en una sociedad llena de imperfecciones y vacíos muy profundos. La palabra democracia se define como: “Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno”. Si interpretamos literalmente esta definición nos vamos a dar cuenta que estamos muy distante de esa realidad.

A veces parece que la sociedad viviera sumergida dentro de un espejismo que es todo aquello que imaginamos, pero que no existe el cual muchas veces está asociado con aquello que ilusionamos tener o vivir. Si creemos en un sistema democrático libre en cuanto a la participación activa de todos los miembros de la sociedad hay que pensar: qué es exactamente en lo que estamos creyendo, somos representados por el simple hecho de votar. Sería una farsa dejar de reconocer que ese voto que depositamos “democráticamente” en la mayoría de los casos no es más que el fruto de una constante e intensa propaganda que se da durante las campañas electorales, momento en que los candidatos compiten de manera leal o deslealmente, utilizando una máscara y queriendo ser del agrado de todos. Los que finalmente se salen con la suya ya que somos capaces de delegar completamente en esos candidatos el manejo de nuestro país sin ni siquiera escudriñar un poco sobre sus antecedentes y trayectoria es más muchas veces votamos y no sabemos absolutamente nada “ni siquiera el nombre de estas personas”. Esta es una de las principales causas de los múltiples problemas sociales que enfrenta el país actualmente, sobre todo el fenómeno de la parapolitica, que no son más que los candidatos que muchos de nosotros escogimos cuando depositamos nuestros votos en las urnas electorales. Sin tener en cuenta la clase de gente que estábamos escogiendo como representantes y dirigentes del nuestro pueblo; que solo utilizaban el poder como una herramienta para enriquecerse, pagar los favorcitos a los que financiaban sus campañas y abusar de maneras descomunales a costillas del pueblo.

En cuanto a la participación la pregunta que debemos hacernos es: Cuál es la participación del pueblo en el proceso de toma de decisiones del gobierno. La respuesta es muy sencilla ninguna. Donde esta la opinión del pueblo en cuanto a las reformas constitucionales, reformas electorales, designación del presupuesto entre otros asuntos que de ninguna manera ponen a consideración del pueblo.

Recordemos, que la democracia “favorece la intervención del pueblo”, pero dónde se ha visto “favorecida” la intervención de nuestro pueblo en “nuestra democracia”. Acaso no es cierto que el manejo del país a duras penas lo observamos en las noticias y en los periódicos. Dejando fuera la democracia, ya que es obvio que sus preceptos fundamentales no se dan en nuestra realidad, debemos preguntarnos: cuál es, entonces, el sistema en que vivimos. Para tratar de cambiar un poco lo que vivimos actualmente debemos estar muy claros de cual es nuestra realidad en el día de hoy. Solamente entendiendo y rechazando la realidad nuestra es que podemos pensar en cambiar y diseñar nuestro futuro. No podemos permitir que continúen cobijados bajo el manto de la “democracia” los políticos que creen que lo único que deben hacer para ser legítimos, es ser electos. Debemos entender las carencias de nuestro sistema y después cuestionarnos realmente sobre lo que queremos de nuestra sociedad.

Es totalmente falso que únicamente siendo “políticos” podemos participar en la “política”. La democracia puede ser un espejismo para nosotros el día de hoy, pero es posible acercarnos al concepto y tratar, aunque sea a empujones, de participar en el cambio. Tracemos una verdadera línea de paciencia y tolerancia y cambiemos nuestro destino. Cada día vamos alargando la línea de lo inadmisible y aquellos actos que son realmente inauditos nosotros lo concebimos como normales. Ya no nos asustamos por el robo en el gobierno, nuestra reacción en vez de indignación y susto es preguntarnos “cuánto se habrán robado ahora”. Ya es normal para nosotros pensar que suceden accidentes, crímenes, robos o cualquier otro delito y le damos más o menos importancia dependiendo de quién sea el agredido. Empecemos con cambiar esta mentalidad y podemos estar seguros que nuestro futuro también será diferente.

Aunque en esta tarea hay que destacar el papel importantísimo que juegan los distintos medios de comunicación ya que la democracia y la esfera pública que le es esencial están configuradas en la actualidad por los medios de comunicación de las masas. La prensa escrita, la radio, la televisión y, recientemente, Internet son medios de transmisión de información y de intercambio de ideas, imágenes, experiencias, valoraciones, etc. que pueden alcanzar a un gran número de personas y traspasar las barreras espacio temporales que son inherentes al intercambio y la comunicación interpersonal. La capacidad del sistema de los medios de comunicación para crear demandas o inducir comportamientos de todo tipo, transmitir ideologías o definir la realidad, establecer una jerarquía de prioridades sociales o dotar de significación a decisiones colectivas, etc. lo ha convertido en el más potente creador y reproductor del universo simbólico de nuestras sociedades. Puede hablarse sin miedo a exagerar de una centralidad de los medios de comunicación en relación a todos los ámbitos de la sociedad: economía, cultura, política, etc.

El carácter masivo de los medios de comunicación podría crear la ilusión de un protagonismo de las masas, de un acceso y una posibilidad de expresión igual para todos los ciudadanos. Pero los medios constituyen un complejo industrial y están sometidos a las condiciones de producción y distribución del sistema económico capitalista. Es preciso, pues, tener en cuenta el carácter de mercancía que adquieren todas las producciones vehiculadas por los medios de comunicación y el poder que dicho carácter ejerce sobre lo que se intercambia a través suyo y sobre la manera cómo se intercambia. Los diferentes grupos sociales con sus intereses en conflicto y su irregular participación en el poder se ven enfrentados a las leyes del mercado y su tendencia obligatoria a la maximización del beneficio a la hora de influir sobre la opinión pública y conformarla. Pero aunque las empresas de medios de comunicación se rigen ante todo por criterios económicos, sin embargo, poseen la capacidad extraordinaria para convertir en asunto público cualquier cuestión social o privada, es decir, de determinar la opinión pública. Es necesario, pues, tener en cuenta el papel político de los medios y su influjo directo sobre la esfera política. Los medios de comunicación describen la realidad susceptible de acción política, proporcionan las claves de interpretación de dicha realidad, contribuyen de modo decisivo a fijar la agenda política, controlan y enjuician a los actores políticos cuando no se convierten en sus portavoces, movilizan o frenan el compromiso social, creando, canalizando o diluyendo las demandas sociales y promoviendo o desactivando la participación política ciudadana, etc. Por todo esto los medios se comunicación mas específicamente los periodistas que lo conforman deberían recordar y poner en practica los preceptos éticos fundamentales que constituyen la practica de un periodismo sano y significativo para el desarrollo de las sociedades.

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